Quiere interpretar a Gael Monfils, siempre entretenido, pero delante de un chico que adopta el papel de veterano, de serie, de práctica, que aparca las flores para el otro día y ejerce una decisión y una mirada afilada, en línea recta. Poca broma. Sólo hay un ligero relajamiento en el tramo final que agradece al público de Miami, porque, por el contrario, la historia no ha pasado más miga que de corroborar el estado de gracia de Carlos Alcaraz. Tirar del Palmar como locomotora e imprimir cada vez más ritmo, bola pesada y ejercicio péndulo, pelote de un camino a otro hasta el francés, tocado del talón de Aquiles, izando la bandera blanca con relativa rapidez. Si le cuesta jugar, una mala jugada en el apoyo condensa al veterano y -con 2-2 en el primer parcial- deja caer la alfombra roja al pase del murciano, volviendo éste, poderoso, indiscutible: 6-2 y 6- 4, y 1h 14m.
(Noticia de última hora, en breve les weceremos la ampliación).
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook Sí Xo haga clic aquí para recibir Nuestro boletín semanal.