Dy de la última conferencia de prensa «en majestad» de Emmanuel Macron a las botas de fe de Gabriel Attal, incluido el nombramiento sorpresa de Rachida Dati, está de moda criticar la puesta en escena permanente de un poder que sería la hipercomunicación un fin en sí mismo y en los medios de comunicación. cubrir el estándar de su acción. Sin embargo, atribuir toda la responsabilidad de su agitación comunicativa a los líderes políticos nos aleja de la búsqueda de causas más profundas. La hipercomunicación de los políticos cuestiona nuestro funcionamiento democrático en su conjunto.
Por supuesto, los líderes políticos no son inocentes. La presencia de los medios de comunicación está incluso obsesivamente establecida en el actual gobierno, ya sea que el Jefe de Estado bombardee periódicamente a sus ministros con exhortaciones a serlo. “visto en la prensa diaria regional”de Matignon releyendo frenéticamente entrevistas con ministros, o incluso de asesores del gabinete escaneando febrilmente los canales de noticias de 24 horas y las redes sociales.
Más allá de eso, sí, la actividad mediática de los ministros halaga las inclinaciones narcisistas de los propios ministros, ya sea que lo sean por naturaleza o que lo sean por la fuerza del cargo. Pensemos en todos esos secretarios de Estado que corren frente a los televisores en la segunda parte de la velada, pareciendo perseguir una búsqueda casi existencial.
Este es ciertamente un primer nivel de explicación. Pero esta “psicologización” del problema no puede bastar para explicar un fenómeno intrínsecamente colectivo, que no ha salvado a gobiernos anteriores o extranjeros.
Demanda social e imperativos democráticos
Si el gobierno tiene dificultades para comunicarse es, en primer lugar, porque está respondiendo a una demanda social y a imperativos democráticos. ¿No es porque se espera que los ciudadanos comprendan las reformas y políticas llevadas a cabo por sus representantes que los sucesivos gobiernos siguen queriendo hacer “educación”? ¿No es también porque es necesario responder a las “preocupaciones legítimas” de los franceses que los ministros reaccionen constantemente a las opiniones que emergen en el espacio mediático, como rocas entre las que debemos navegar?
Básicamente, la comunicación gubernamental es el eslabón de una cadena, el de la discusión democrática y la deliberación colectiva. Si este último eslabón, el vínculo gubernamental, se pierde en la hipercomunicación, es más arriba en la cadena donde debemos buscar parte del problema y, con suerte, el remedio.
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