Manzanilla, laurel noble, ajedrea… Elodie Juillet, un hada en ciernes

Con una hoz en la mano y una lona de cáñamo a la espalda, Elodie Juillet ha hecho de las colinas del sur de Francia su patio de recreo: en Provenza, alquila terrenos a la Oficina Nacional Forestal donde recolecta especies silvestres, como el romero, pino silvestre, lavanda o enebro, y en Aveyron, donde vive, crecen (en agricultura ecológica) rosas de Damasco, manzanilla matricaria, laurel noble, menta piperita, esclarea o ajedrea…

Una vez creados estos tesoros, el joven destilador los pasa por el alambique antes de transformarlos en aceites esenciales, aguas florales, hidrosoles, bálsamos, aceites de tratamiento y masaje. Un saber hacer que Elodie Juillet cultiva desde su infancia en el Lot, cuando su madre utilizaba plantas para tratar sus dolencias. Al final de su adolescencia, aceptó contratos de auxiliar de enfermería y trabajó en el viñedo: “Hasta el día que descubrí la patente agrícola especializada en plantas medicinales y perfumadas… Al investigar entendí que en este camino se combinaban mis dos pasiones, cuidar y trabajar la tierra. Lo que me interesa de trabajar con plantas y aceites es el bienestar que puedo brindar a las personas. »

El bálsamo temerario

A través del contacto con un instructor de destilación en Drôme, descubrió el alambique y sus innumerables posibilidades. Desarrolló sus propias recetas y empezó a ofrecer sus ungüentos e hidrosoles a sus allegados, antes de que un toxicólogo los validara para poder distribuirlos en las tiendas de alimentación del sur de Aveyron. Entre sus bestsellers, el bálsamo Casse-cou, un reparador de yesos, grietas y fisuras muy versátil, “destinado a jardineros, albañiles, patinadores”, y aceite para las articulaciones, “Originalmente diseñado para amigos recolectores de uva”.

Su principal motivo de preocupación, además de la sequía, sigue siendo la sobreexplotación de las plantas: “Me duele mucho el corazón cuando veo gente arrancando el tomillo (aunque hay que cogerlo con tijeras) y hacer reservas que necesariamente terminarán en la chimenea. » Lamenta que algunas personas saqueen sin sentido este paisaje que ella ama tanto, y que otros se conviertan en destiladores comprando un alambique.

Pero el entusiasmo, una segunda naturaleza para Elodie Juillet, rápidamente se apodera de ella. “Llegué al pueblo de Bournac siendo adulto y allí me siento como en casa. Me encanta el clima, los paisajes, la tierra roja, el espíritu alternativo y la ayuda mutua con mis compañeros horticultores y viveristas…”, «, confiesa, con una sonrisa, la joven destiladora, que se esfuerza cada día por estructurar su negocio y desarrollar su red de distribuidores.

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